GIUSSEPPE CERVI: EN LA CÚSPIDE DE LA MEDICINA ESPAÑOLA(Parma, Italia, 1663; Madrid, 1748)
Francisco González de Posada
Académico de Número de la Real Academia Nacional de Medicina de España y de Honor de las Reales Academias de Medicina de Cádiz, Cantabria y Santa Cruz de Tenerife
En tanto que notas biográficas, preliminares a su venida y fijación de su estancia definitiva en España, acerca de Giuseppe Cervi puede recordarse, en primer lugar, que nació en Parma en 1663, ciudad en la que adquirió la condición de médico, botánico y farmacéutico, así como un notable prestigio intelectual. Fue profesor de Anatomía en la Universidad de Parma y estaba en magníficas relaciones con la Casa de Farnesio.
Joseph Cervi, con la escritura de su nombre en el español de la época, llegó a España en 1714 con la princesa parmesana Isabel de Farnesio, una vez casada por poderes como segunda esposa de Felipe V, y que sería reina consorte española de 1714 a 1746, en que fallece el rey, salvo el fugaz tránsito por la corona del hijo mayor de Felipe con su anterior esposa, Luis de Borbón, que reinaría unos meses antes de su fallecimiento en 1724, circunstancia que supuso la reincorporación a la corona por Felipe V.
La situación profesional y política de Cervi en España se consolidó en escaso tiempo, de modo que alcanzaría la cúspide de la Medicina española en unos cinco años y la conservaría hasta su muerte. El proceso, en síntesis, transcurrió de la manera siguiente. Primero, profesor de la Universidad de Parma, reconocido como anatómico de gran prestigio. Segundo, su condición de médico personal de Isabel de Farnesio. Tercero, acceso a Médico de cámara del Rey, y, en consecuencia, primer médico del reino. Y cuarto, asunción de los cargos implícitos acumulados de primer Protomédico y, en consecuencia, Presidente del Protomedicato general y del de los Reales Ejércitos.
Mi condición de académico de número de la Real Academia Nacional de Medicina de España y especialmente el estudio mediante tesis doctoral de Medicina[1] sobre las instituciones académicas sanitarias del siglo XVIII, habrían de conducirme necesariamente al encuentro de tan relevante personaje de la ciencia española de dicho siglo. Cervi fue también el primer presidente de la Real Academia Médica Matritense, institución que representa la protohistoria de la actual Real Academia Nacional de Medicina de España, a la que me honro en pertenecer.
Retrato de José Cervi, grabado por Juan Bernabé Palomino según dibujo de Valero Iriarte
Interés complementario a su condición de italiano ilustre al servicio de la corona de España, fue su múltiple condición de académico, presidente en las de Medicina de Sevilla y Madrid en España, y correspondiente de la Royal Society de Londres y de la Académie des Sciences de París, lo que aporta cierto interés para la Academia de Lanzarote en sus encuentros con el mundo académico y de la cultura concretada en la Società Dante Alighieri.
El Real Tribunal del Proto-Medicato fue un cuerpo técnico encargado de vigilar el ejercicio de las profesiones sanitarias (médicos, cirujanos y farmacéuticos), así como de ejercer una función docente y atender a la formación de estos profesionales. Se había creado en el siglo XV. Cervi se convirtió en España en persona poderosa, al menos, y de manera suma, en el ámbito sanitario siendo la máxima autoridad médica de la época, en tanto que Director de las instituciones sanitarias centradas entonces en la medicina, dada la condición de no universitarias de la cirugía y la botica, o bien de cirujanos y boticarios, que por esas fechas intentaban mejorar su situación profesional ante la sociedad, tarea que a los primeros les llevaría casi todo el siglo, para acabar integrados en la medicina, como cuerpo único, y a los segundos otro siglo más en una trayectoria independiente.
Durante la estancia de los reyes en Andalucía, 1729-1733, tomó contacto con la Regia Sociedad de Medicina y otras Ciencias de Sevilla, entonces en crisis, institución que él animó y de la que recibió el título de presidente perpetuo, que, por tanto, le acompañaría toda la vida y del que haría uso como un honor destacable. Gracias a su apoyo, la Regia Sociedad sevillana obtendría soporte real que siempre le agradecerían, como mostró en los honores que le dispensaron en su muerte en 1748.
Presidente de la Real Academia Médica Matritense, desde su creación como tal Academia en 1734, ejerció el poder de manera omnímoda, aunque no se dignaría asistir a ninguna sesión en sus doce años de común existencia, dirigiéndola por delegación. Aquí, de manera contraria al caso de Sevilla, nunca tendría especiales muestras de gratitud, reconocimiento o alabanza, más bien continua animadversión.
Desde su elevada posición, promovió la enseñanza de la Anatomía con criterios avanzados, de tal manera que fueron bastantes los anatomistas y cirujanos de la época que, por diversas razones, siendo la principal sin duda la del disfrute del máximo poder, y, por tanto, vía para la obtención de prebendas, le dedicaron sus obras. Entre éstos suelen citarse Martín Martínez, José Marcelino Ortiz Barroso y el promotor del Real Colegio de Cirugía de Cádiz (y después de los de Barcelona y Madrid) Pedro Virgili.
De manera directa se le adjudican, en sus quehaceres propios del ámbito de la medicina, como servicios relevantes: 1) Su contribución para la traducción de los textos del anatomista y botánico alemán Lorenz Heister, que fue conocido en España por su mediación; y 2) La consecución en Sevilla, donde acompañaba a los Reyes Felipe e Isabel durante los casi cinco años de estancia en esta ciudad, de la colaboración de los anatomistas franceses Blas Beaumont y Guillermo Jacobe con la Regia Sociedad de esta ciudad. En este ámbito de la anatomía, los historiadores de la medicina española consideran que los saberes y técnicas quirúrgicas que se introdujeron en España en la primera mitad del siglo XVIII se debieron especialmente a él.
Nombrado Fellow de la Royal Society de Londres en 1736, fue el primer científico ‘español’ que ingresó en esta academia de máximo rango internacional. Le seguirían Antonio de Ulloa (1746) y Jorge Juan (1749), tras su periplo en tierras del Ecuador para estudiar el problema de la forma y tamaño de la Tierra, y después Joseph Hortega[2] (1753), secretario perpetuo de la Real Academia Médica Matritense. Esto no es óbice para recordar que la Royal Society, academia privada, al no contar con apoyo económico oficial como las academias francesas, y con éstas las del continente: 1) intentaba obtener colaboración de los poderosos, reclutando miembros entre sectores ricos de la sociedad con algún interés por las ciencias; y 2) para un mayor reconocimiento internacional prestaba singulares atenciones a embajadores y príncipes extranjeros. Estas consideraciones ponen de manifiesto el reconocimiento que supuso para Cervi la nominación londinense.
También alcanzaría el honor de ser nombrado Académico correspondiente de la Académie Royale de Sciences de París, la gran institución motor de la ciencia y de la cultura del siglo XVIII que conduciría a la etapa histórica considerada como Ilustración.
Una reflexión final merece la pena, para tratar la cuestión de la contratación de extranjeros en la España de la primera mitad del siglo XVIII, que se había puesto en práctica desde los primeros instantes de la aparición de la casa de Borbón. Pero en el campo de la ciencia no propiamente. El personaje principal extranjero en condición de científico traído a España, en tanto que la medicina de la época pueda considerarse ciencia, fue precisamente Joseph Cervi, médico que acompañó en su séquito a la segunda esposa de Felipe V, Isabel de Farnesio, y que, como se ha indicado, ocuparía la plenitud de los cargos médicos españoles durante el ‘reinado’ de Isabel de Farnesio: Médico de Cámara de los Reyes, Presidente del Protomedicato, Presidente de la Real Academia Médica Matritense y Presidente de la Regia Sociedad de Medicina y otras Ciencias de Sevilla. Pero, en todo caso, no se le podría conceder la condición de contratado, ya que fue un proceso de integración absoluta. Sí lo fueron otros en campos técnicos de la arquitectura e ingeniería y de las artes, escultura, pintura y música. Sin dudas por nuestra parte, puede afirmarse que la decisión de ofrecer en 1747 la dirección de la Academia de Guardias Marinas de Cádiz a Luis Godin, matemático y astrónomo francés que dirigió la expedición al Ecuador, fue no sólo el primer ‘contratado’ extranjero en el ámbito de la ‘nueva ciencia’, como profesor de Matemáticas, sino que lo fue nada menos que con la condición añadida de director del citado centro de la Armada y con el empleo de coronel de ingenieros. Este proceso de contratación de científicos extranjeros de aceptable nivel continuaría con Pehr Löfling en 1751 para el estudio de la flora ibérica, científico sueco discípulo de Linneo, como botánico, que posteriormente se integraría en la ‘expedición de Iturriaga’ con el fin de conocer la flora americana.[3]
[1] González de Posada, F. (2018): Historia contextualizada de la Academia Médica Matritense en el siglo XVIII. Madrid: Real Academia Nacional de Medicina de España. Puede verse la biografía de Cervi extendida en varios capítulos, dada su condición de presidente de la Academia Médica Matritense.
[2] También de Joseph Ortega se trata extensamente en la referida tesis, dada su condición de Secretario Perpetuo de la Academia Médica Matritense.
[3] A este tema, de capital relevancia para la determinación del meridiano y antimeridiano delimitadores de los territorios correspondientes a Portugal y España tras el Tratado de Tordesillas, se ha dedicado el capítulo 28 “La expedición de límites al Orinoco, 1754. La tarea de Pehr Löfling” de la Historia contextualizada de la Academia Médica Matritense en el siglo XVIII.