Dante ad usum Delphini
por Settimio Cavalli
Celebramos este año el setecientos aniversario de la muerte de Dante Alighieri. Su cara está en el verso de la moneda italiana de dos euros, y ante estaba en la de quinientos liras. Así como la cara de Miguel de Cervantes está en las monedas españolas de 10, 20 y 50 céntimos. Pero, no es solo estar en las monedas que une Cervantes y Dante.
Cada País tiene a su Homero, el “padre fundador” no solo de la lengua sino de la “nacionalidad”, del “espíritu de pertenencia” a una nación, no en sentido político/territorial, más bien en sentido histórico/cultural.
Una historia, una cultura, una lengua nos unen en un solo pueblo. Así como Miguel de Cervantes Saavedra fue el Padre de España (después que Alfonso el Sabio creara la prosa castellana) y El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha la obra fundacional, Durante di Alighiero, más conocido como Dante Alighieri, y su Comedia lo fueron de Italia.
Dante fue uno de los primeros – no el primero, pero uno de los primeros – en utilizar la lengua “vulgar”, derivada del latín, y lo hizo – en esto si fue el primero – expresa y conscientemente. Justificándolo y argumentándolo en su obra De vulgari eloquentia, fechada alrededor de 1304-05, por cierto en latín, siendo dirigida a hombres cultos e instruidos y no al pueblo llano (en latín, vulgo).
Nació a finales de mayo de 1265 (primero decil de Géminis) en Florencia, de una familia bastante acomodada, y sus padres (Alighiero di Bellincione y Bella), según la costumbre de aquél tiempo, lo comprometieron ante notario cuando tenia doce años (el 9 de enero de 1277) con Gemma Donati, con la cual se casó concretamente en 1291, cuando tenia 26. Con Gemma tuvo tres hijos (Antonia, Pietro y Jacopo) o puede ser que cuatro (Giovanni).
Pero, el verdadero amor, platónico, de su vida fue Beatrice Portinari, a la que encontró por la primera vez en 1274, cuando ambos tenían nueve años. Probablemente, nunca se hablaron, y este “amor a simple vista” fue solo hecho de miradas y deseo, hasta la muerte de Beatriz, entretanto casada con Simone Bardi, en 1290. Pero, ella fue la “musa inspiradora” de su poesía, la elegida para hacerle de guía en el Paraíso; a ella dedicó la que probablemente es la más bella, y ciertamente la más conocida, poesía de amor de la lengua y la literatura italiana: “Es tan pura y gentil”.
En aquel tiempo, Italia estaba extremadamente fragmentada territorial y políticamente; aparte los Reinos del Sur y el Estado de la Iglesia, había en el centro/norte un sinfín di “comuni” (municipios) y “señorías”, que obviamente peleaban entre si y con los demás. Habías partidarios de l’ Emperador (Arrigo VII), los Ghibellines, y partidarios del Papa (Bonifacio VIII), los Guelfos. Pero los guelfos estaban también divididos entre blancos (más conservadores) y negros (más propensos al cambio).
Dante y su familia pertenecían a los guelfos blancos y cuando, en 1301, ganaron los negros, Dante fue desterrado de Florencia y conminado a la hoguera si intentaba regresar. Empezó desde ahí su peregrinación: en Massa Carrara huésped de los Malaspina, en Verona huésped de los Scala y en Ravenna donde permaneció hasta su muerte, el 14 de septiembre de 1321, trabajando como embajador por Novello Da Polenta. Y en Ravenna está sepultado.
Escribió varias obras, en latín y en vulgar, pero su obra maestra, por la que todo el mundo lo conoce, es la Comedia.
La Comedia (el adjetivo divina es tardío, probablemente debido a Giovanni Boccaccio, que fue un admirador y un divulgador incansable de Dante) es un poema, es poesía dura y pura, y empezamos a hablar de ella haciendo números, o, mejor dicho, un solo número, el tres, que Dante eligió como llave, por su simbolismo, y no solo religioso.
Tres son las figuras de la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Tres son los niveles del Triregno (la tiara papal), símbolo de las tres Iglesias – la militante, la purgante y la triunfante – y del poder de la Iglesia.
Tres son los dedos que un Guardia Suiza lleva hasta el cielo en la jura de la bandera.
Tres son los personajes clave de la Comedia: el mismo Dante que personifica el hombre, Virgilio que personifica la razón y Beatriz que personifica la fe.
Tres son las caras de Lucifer.
Tres son las partes, o cánticas (Infierno, Purgatorio y Paraíso) de la Comedia.
Cada cántica está dividida en 33 cantos, y cada canto comprende 45 estrofas de tres versos endecasílabos o “terza rima” (tercetos encadenados, que es un invento poético de Dante).
La Comedia, esto todo el mundo lo sabe, empieza con Dante perdido en la “selva oscura”; pero ¿qué pasa después?
Pasa que Dante imagina emprender un viaje ultraterrenal, enderezado a conseguir la conversión de su alma pecadora a Dios Creador. Y en este viaje compendia la sabiduría de su época, y por eso la Comedia está sembrada de alegorías, relacionándose con un sinfín de personajes realmente existentes – y muchos conocidos suyos – que dan cara a los pecadores castigados, los agraciados que esperan, los elegidos; y todos cuentan sus historias y dan sus explicaciones.
La arquitectura de este mundo ultraterrestre está muy bien escribida en un librito de 1972 (Dante, Los Gigantes, Editorial Prensa Española) que voy a utilizar tal cual.
“Ábrese bajo la corteza terrestre, justamente debajo de Jerusalén, una honda sima en forma de embudo que alcanza hasta el centro de la Tierra. Este hondón fue causado por la caída de Luzbel, el ángel rebelde que está encadenado en lo más profundo del abismo. Las tierras que se desparramaron durante la caída del Maligno se recogieron en el hemisferio austral para formar una isla, constituida por una montaña cónica, en cuya cima se halla el Paraíso Terrenal, justamente en los antípodas de Jerusalén, allá donde confinan los mundos de la materia con el inmaterial.
“En la sima, que contiene nueve círculos concéntricos, está situado el Infierno. Allí se reparten los condenados conforme a la gravedad de sus culpas; la gravedad del pecado se mide por el grado de violación de lo que el hombre leva en si de divino. Alrededor de la montaña se encuentra a su vez el Purgatorio. Las almas se van distribuyendo por las cornisas o mesetas excavadas en los alrededores del cono. Siete son estas franjas que corresponden a los pecados capitales. Con el anti purgatorio y el Paraíso Terrenal, se completa el número que, junto con el tres, señorea toda la ordenación de la Comedia. Ambos reinos (Infierno y Purgatorio) están unidos entre si por una galería subterránea que desde el fondo del abismo infernal conduce hasta la isla del Purgatorio.”
En el Infierno encontramos, entre otros, a reyes como Federigo II y Felipe el Hermoso, obispos, cardenales y el mismísimo papa Bonifacio VIII, muchos enemigos de Dante (también su maestro Brunetto Latini: “¿Estáis aquí, señor Brunetto?”) y los grandes traidores (Judas, Bruto y Casio) enclavados en el hielo.
En el Purgatorio, al contrario, muchos son los amigos de Dante: Buonconte de Montefeltro, Forese Donati, y su músico Casella (el apellido no se conoce).
Hay que notar que en el Infierno y el Purgatorio rige una ley de compensación (el así llamado contrapaso) por la cual las penas sufridas tienen intima relación con los pecados que se cometieron. Por cierto, en el Paraíso no hay contrapaso, puesto que no hay pecados ni pecadores.
“El Paraíso, naturalmente, se encuentra en la bóveda celeste, donde giran nueve esferas con órbitas cada vez mayores y movimiento cada vez más rápido, en torno a una Tierra
fija, conforme al sistema de Ptolomeo; sobre todas ellas reluce el resplandeciente Empíreo, donde Dios reina, rodeado de los bienaventurados triunfantes.” Entre otros, Justiniano, Carlos Martel, Adán, Santo Domingo de Guzmán, San Francisco de Asís, y Cacciaguida, tatarabuelo de Dante.
Junto al final de este fantasmagórico viaje, que duró siete días, Dante puede mirar la luz de Dios, estando vivo, por intercesión de la Virgen María a la cual San Bernardo de Chiaravalle dirige su plegaria. Esta loa es, en mi opinión, la más bella oración a la Virgen nunca escrita: aquí tenéis los primeros nueve versos (Paraíso XXXIII 1-9), una invitación a leerla por completo.
“Oh virgen madre, hija de tu hijo,
humilde y alta más que otra criatura,
del consejo eternal término fijo,
tú ennobleciste a la humanal natura
hasta tan alto grado, que su autor
no ha desdeñado hacerse su factura.
En tu vientre encendiòse aquel amor
cuyo calor hizo en la eterna paz
que germinase esta cándida flor.”
Settimio Cavalli